15 de octubre de 2007

HueLgas y MiTos


Querido lector, quizá se sentirá saturado al leer tanta información referida a las manifestaciones de los gremios y sindicatos alrededor del país, de observar los noticieros y escuchar debates acerca de las actividades de los dirigentes gremiales, de sus protestas y demandas; de observar llantas incineradas, carreteras bloqueadas a punta de piedras y escombros... un largo etcétera.


Y si quizá a mí me movilicen estos acontecimientos para sentar un manifiesto acerca de mi -muy- particular opinión de la situación, pues déjeme decir que las ganas sobran, un cierto tipo de impulso recurrente me llama a pronunciarme al respecto, con el afán de poner en debate cuestiones que se están pasando por alto, por privilegiar el comentario visceral y falto de la racionalidad que tanta veces nos hace falta para poder avanzar en sociedad.


Por diversas cuestiones personales, un asunto llama en especial mi atención: la paralización del sector educación; realmente me indigna ver tamañas muestras de desfachatez, escaso sentido común y conciencia moral. A partir de este punto me veo en la obligación de realizar un par de aclaraciones y uno que otro deslinde:

1. Considero la profesión docente como una de las más nobles, entendido este término en su acepción de honroso y estimable, puesto que debido a nuestro contexto social, su desempeño implica una seria convicción altruista en pro del desarrollo humano.

2. Soy conciente, como la mayoría de los entendidos en el tema, que la actual situación de la profesión docente, en el área básica regular, es paupérrima; no sólo por la cuestión remunerativa, sino por muchos otros factores (infraestructura, disponibilidad geográfica, el tema de la desnutrición infantil, etc)

3. Estoy de acuerdo con el respecto irrestricto a la libertad de expresión y el derecho a la manifestación de desacuerdos, quejas, diferencias, etc. con la forma de administración del Estado.


Terminadas las aclaraciones continúo. Hace unos días tuve una reveladora conversación con un niño de diez años, observando los noticieros en la televisión, acerca de la convulsión que vive el país con las famosas huelgas... él con inocente gesto me preguntó "¿por qué todos tienen que pelear para conseguir lo quieren?" pregunta que me invitó a la reflexión, puesto que es un mensaje advertido por quienes supuestamente no son concientes de los problemas sociales (los niños) "pelean porque no saben que existe otra forma de conseguirlo" le respondí, con poca convicción en mis palabras, pues sabía en el fondo -o mi razonamiento no admitía otra alternativa- que aquellas personas sí conocían las alternativas, pero que eran otras cuestiones complejas las que los movilizaban a optar por la fuerza. Y es que la "lucha" es un término cargado de violencia, basta con revisar las definiciones en el diccionario de la RAE:

1. f. Pelea en que dos personas se abrazan con el intento de derribar una a otra.
2. f. Lid, combate, contienda, disputa. U. t. en sent. fig.
3. f. Oposición, rivalidad u hostilidad entre contrarios que tratan de imponerse el uno al otro.
4. f. Esfuerzo que se hace para resistir a una fuerza hostil o a una tentación, para subsistir o para alcanzar algún objetivo.


Tras esto, que considero necesario por la sensibilidad del asunto, prosigo con mi -humilde- análisis. Lo que señalo en el punto (3) no significa que avale los medios que actualmente utiliza el SUTEP para manifestar su disconformidad con la actual situación de sus agremiados; el uso de la violencia no se justifica en ningún sentido, la historia ha demostrado que la agresión ya sea por iniciativa o por defensa, no genera resultados positivos. Esto deberían saberlo quienes supuestamente son profesionales formados para contribuir al desarrollo de niños y adolescentes.


A partir de lo señalado en el punto (2) es de estimar que la calidad educativa en el país es alarmantemente deficiente y esta cuestión es multifactorial, como los entendidos en el tema saben, uno de los factores se debe a la inacción de los mismos profesionales de la docencia por promover iniciativas cuyo objetivo sea mejorar la calidad de la educación, en el aspecto que exclusivamente les compete: ellos mismos como profesionales, es decir, su propia preparación académica y personal.


Muchas veces escuché un contraargumento a lo que propongo (sobre la búsqueda de la calidad por los propios protagonistas) que responsabiliza exclusivamente a la administración del Estado por las carencias de medios económicos, tecnológicos y de infraestuctura para proveer a los docentes de herramientas para mejorar la calidad educativa; pero creo que las personas somo lo suficientemente capaces para, a partir de una situación carente y desfavorable, poder generar situaciones de crecimiento personal, más aún si pretende funcionar un sistema de administración de estos recursos humanos, como los constituyen (o deberían constituir) los sindicatos o agrupaciones gremiales, en la figura de sus dirigentes.


De esto se desprende un asunto en concreto: los señores docentes (o una fracción de ellos) buscan la "estabilidad laboral" concepto que me parece contraproducente en una sociedad que debe promover la calidad y el continuo desarrollo. ¿Estabilidad laboral significa no despedir a quien no realiza acción alguna por superarse? ¿significa dejar en el puesto a quien demuestra ser mediocre? ¿significa seguir pagando un suedo a quien no se preocupa por mejorar sus métodos de enseñanza? ¿significa que estas personas deberán seguir formando a nuestros hijos?...


Si estabilidad laboral, para los señores del SUTEP significa cero despidos, ¡pues me manifiesto absolutamente en contra de eso!


Se quejan de que el Estado abusa con la implementación de las evaluaciones como condicionantes de la continuidad en la plaza docente ¿qué de malo tiene pasar por una evaluación básica en cuestiones de competencia absoluta para los maestros? Si temen que las evaluaciones se usen como herramienta malsan para despedir a supuestamente "indeseables", ¡pues implementen una propuesta de evaluación transparente, en vez de quemar llantas y bloquear carreteras! Den muestra de su sapiencia y preparación académica, creando sistemas de calidad para las evaluaciones, brinden alternativas señores.


Hoy escuché a la decana del colegio de profesores del Perú, hablando sobre los puntos en contra de la Ley de carrera pública magisterial, ella argumentaba su posición y me detuve en uno de estos argumentos que me llamó mucho la atención: se tratraba de lo referido a los sueldos de los docentes y del monto de las pensiones por cese de la carrera. Decía que le parecía un abuso que, tras cesar un docente, reciba la mitad del monto que recibí cuando ejercía; si reparamos en que una parte de la remuneración del docente son bonificaciones y asignaciones por criterios exclusivos al ejercicio de la profesión ¿resulta sensato pensar que tras el cese se tenga derecho a recibir estas bonificaciones e incentivos? Pues obviamente que ¡no! ¿cómo yo, quién ya no trabajo, voy a prentender recibir el mismo monto que le corresponde a alguien que sí está trabajando?


Estoy de acuerdo con que un jubilado reciba una pensión, pero resulta casi imposibles que el monto de su pensión sea el mismo que el que recibía cuando laboraba, y afirmo esto por dos cuestiones elementales:

1. la pensión está constituida por los aportes (léase, descuentos de su sueldo) que realiza el trabajador de manera mensual, durante los años que labora, este monto va a un fondo común (en el caso de los trabajadores del sector público en el sistema público de pensiones) fondo con el cual se cubren las pensiones. Es iluso pensar que si yo como trabajador aporto el 20% de mi sueldo, cuando me jubile tenga que recibir lo correspondiente al 100%

2. se calcula que este 20% mensual durante casi 40 años de servicio, equivalen a un porcentaje del sueldo distribuido durante el periodo de la esperanza de vida del cesante. O sea, que si me jubilo a los 65, de acuerdo a la esperanza de vida, tendré unos 20 años más para cobrar mi pensión.

3. si los cesantes recibieran el mismo monto de remuneración que cuando laboraban, es como si éstos siguieran en actividad (puesto que les paga el Estado) Así, por ejemplo, si en el 2007 existen 10 mil docentes, a fin de año se jubilan 2 mil, deberían iniciar la carrera magisterial para el 2008 2 mil nuevos docentes, para continuar con los 10 mil; pero si estos 2 mil que cesan siguen recibiendo una remuneración equivalente a la que recibían en actividad, para el Estado el 2008 debería pagar como si tuviese en actividad a 12 mil docentes, cuando en realidad sólo tiene a 10 mil dictando clases. Ahora esta operación, prolóngenla por 10 años, es decir 2 mil sueldos íntegros más por diez, o sea, 20 mil sueldos completos adicionales. ¡Esto sí que es un grave problema!

(quiero aclarar que el ejemplo no se ajusta a cifras exactas, pero que no se aparta mucho de la realidad; asimismo, tampoco estoy en contra del derecho de los cesantes a recibir pensiones... esta última cuestión merece un análisis detallado desde mi perspectiva profesional -la psicológica- que será tema de otro espacio)


Para finalizar este extenso comentario, concluyo diciendo que es tarea de todos contribuir a la mejora del sistema educativo en el país, que no sólo le compete a los docentes y al Estado, nosotros como parte del sistema somos actores que, de una u otra manera, si no estamos implicados en la solución, lo estamos en el problema, puesto que la inacción es contraproducente con nuestra responsabilidad como ciudadanos.


Atentamente

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