24 de febrero de 2010

Ciego Sordo y Cojudo




Meses antes de cada proceso electoral, los peruanos lustramos el trofeo del dejar-hacer dejar-pasar, demostrando nuestra incapacidad para ejercer como se debe el derecho ciudadano, también demostramos que de democracia sólo sabemos que es una palabra que suena bonito en boca de los candidatos cuando nos convertimos en el centro de su atención y nos valoran ofreciéndonos pan y circo (todo por una marca en un papel).



Es un tremendo error creer que asistir al centro de votación y marcar la cédula electoral es todo lo que uno tiene que hacer para considerarse un demócrata.

Es que un país con ciudadanos que no quieren escuchar y que no quieren ver cómo andan las cosas está condenado a un rumbo sin destino fijo, casi casi echado a la suerte, o lo que es peor, al antojo de un grupo de egonamíacos ambiciosos y sin moral, respaldados en la impunidad que otorga el tiempo y un circo mediático concentrado en alimentar el morbo por instinto de lo colectivo.

Votar en una elección debe ser la culminación de un proceso: la certeza de que ese voto es emitido para respaldar a quien uno elegió como candidato y que representa el proyecto de las ideas que uno comparte.

El voto no debe ser el inicio y el fin de la participación ciudadana, donde el elegido es "menos malo" o el "menos corrupto" consolidando la idea de que todos en política son malos y corruptos (a estas alturas pensar así es demostrar un pesimismo cauto pero alarmante)

El mesianismo electoral es un fenómeno preocupante: saber que la mayoría de peruanos decide elegir a la figura que se encargará de todos los problemas del país (él solo, al parecer, pues no se toma en cuenta el partido que lo aloja ni la plancha que lo acompaña; no es de extrañar que la cédula además del símbolo del partido, tenga el rostro del candidato) donde los logros son de todos y donde los fracasos son atribuidos a la figura.

Nuestro deber democrático es permanente, al velar por el cumplimiento de lo ofrecido por el otrora candidato-hoy presidente y participar (en este caso inciar) el debate de las grandes líneas de acción en el país, perfilar a los candidatos, comunicarse con los partidos (y los pragmati-partidos también) e ir a marcar el papel con el compromiso de la evaluación continua.

"No hay peor ciego que el que no quiere ver"

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