Uno de los pedidos "bandera" de los estudiantes chilenos es la gratuidad para la enseñanza, es decir, que quienes accedan a una institución educativa no tengan que pagar por ello.
El principal problema en el sistema educativo chileno (en las universidades, sobre todo) es el acceso mediante créditos con aval del Estado, es decir, si un estudiante quiere acceder a una determinanda universidad pero no puede costearla, puede solicitar un crédito educativo, el cual lo pagará en cuota y con una tasa de interés fijada por el mercado.
Lo que sucede con esto es que los créditos se hacen impagables por los estudiantes, quienes optan por abandonar la carrera, lo que implica que el crédito tomado seguirá aumentando producto de los intereses y le imposibilitará otra opción educativa.
Entonces, una de las primeras protestas de los estudiantes chilenos iba en contra del lucro en la educación (lo que me parece correcto) pero, con el avance del movimiento estudiantil, terminó en un pedido más ambicioso: la gratuidad -irrestricta- para la enseñanza.
Ante esto, Bruner sostiene que dicha propuesta es inequitativa, lo que puede sonar contradictorio, pues "nada más igualitario que educación gratis para todos"
El asunto es que Bruner parte del supuesto que el Estado chileno no está en condiciones de financiar al 100% la formación de todos sus estudiantes, es decir, el dinero destinado para tal fin no es suficiente para todos, por lo que se debe destinar a aquellos estudiantes del estrato más pobre.
Si la gratuidad irrestricta se concretara, el Estado tendría que financiar la formación de estudiantes de estratos pudientes, en desmedro de los estudiantes de estratos pobres.
Lo que, en el trasfondo, plantea Bruner es que el financiamiento del Estado a la educación debe ser selectivo, enfocado en los más pobres.
El reto que surge de esto, es la posibilidad del Estado para identificar inequívocamente a los beneficiarios de esta política.
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