Como casi con toda tragedia, lo ocurrido en Chile es demasiado para nuestra capacidad de asombro: un terremoto no sólo desgarra la faz de la tierra, también desgarra la esencia de lo humano y sus construcciones sociales.
Es dificil aceptar que la historia no ha generado experiencia, que nuestro accionar se limita a lo reactivo, que no hay lecciones, que no hemos aprendido a ver más allá del día que nos ha tocado vivir.