16 de abril de 2010

Perú en los tiempos de la cólera


Entre ayer y hoy hemos sido testigos de dos hechos muy disímiles por su contexto y por su ubicación: primero la bronca entre los jugadores del Lanús argentino y Universitario de Deportes en el epílogo del encuentro que disputaron por la Copa Libertadores en tierras gauchas; luego la paliza recibida por un hombre señalado como infiltrado de Southern Corporatión y las amenzadas a dos periodistas limeños que cubrían los incidentes en el kilómetro 1104 de la panamericana sur, en Islay, donde miles de personas llevan más de 48 horas bloqueando la carretera.

Ensayaré una explicación para el común denominador de estos dos hechos: la violencia.




En el caso de la bronca entre Lanús y la "U" el detonante fue la frustración de algunos jugadores argentinos por su virtual eliminación en el torneo (en el video apreciamos al  # 18 Díaz jalando de la camiseta a Fernández que se encontraba tendido en el césped con el balón en las manos)

La bronca se arma, a mi parecer, por el siguiente motivo:

Casi todos los jugadores asisten al lugar del altercado para "ayudar" a su compañero y, a la vez, para encarar al adversario. Produciendo un efecto en cadena donde las "protecciones" se convierten en agresiones que son contestadas por cada jugador que decide hacer justicia por sus propias manos (y chimpunes)

Si los demás jugadores (aparte de Díaz y Fernández) se mantenían al margen del altercado, el hecho se hubiese reducido al intercambio entre los dos implicados al principio y, probablemente, el asunto no hubiese pasado a mayores.

El problema radica en la falta de una "táctica" comportamental para esta clase de situaciones: el equipo deja de funcionar como tal y se convierte en una serie de individuos que actúan separadamente para defender a un colectivo que ya no existe: ¿qué pasaría si los once jugadores de equipo de fútbol se preocuparan sólo de defenderse o sólo de atacar? obviamente estaría condenado a un funcionamiento mediocre. Lo mismo sucedió el martes: fue una protección mediocre que terminó con Fernández y Galliquio expulsados.


En el otro caso, la violencia también se basa en la "protección" pero aquí está alimentada de información falaz, donde los individuos perciben un total perjuicio por lo que, resulta natural, defenderse. El gran problema es que esta defensa es sumamente agresiva (como el animal que agrede cuando siente amenzada su integridad)

La violencia de "protección" se ve aumentada exponencialmente cuando considerados al gran grupo de individuos concentrados en un mismo lugar, con interpretaciones propias de los hechos pero que, a la luz del accionar del otro, justifica sus actos en la masa cuyos pares se comportan institivamente depositando en algunos individuos (el presunto infiltrado de Southern y los periodistas limeños) todas las culpas y responsabilidades por su vulnerada situación.

Bien es sabido que el comportamiento de un individuo en solitario es sumamente distinto a su comportamiento en masa: la autoregulación disminuye al interactuar con pares, el rol dentro del grupo queda determinado por el rol protagonizado por la mayoría de sus miembros y el individuo queda justificado por el actuar de los demás (en una cortina de impunidad)

Lo que no termino de entender es la obstinación de querer apagar fuego con fuego y de confundir la defensa con agresión.

Antes de escribir estas líneas estuve escuchando la entrevista que hiciera Ernesto Hermoza a Jesús Mosterín a propósito de las "salvajadas" que por sólo por tradición se mantienen en muchos países.

Estamos pasando a la historia pero, al parecer, nuestra historia no ha pasado por nosotros.

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