1 de febrero de 2011

Del matrimonio y otras utopías


De la "unión civil" entre personas LGBT se ha hablado mucho pero definido poco.

Como ya es costumbre en cada elección presidencial, el diagnóstico del candidato ideal gira en torno a su opinión ("sí" o "no") sobre temas bastante puntuales; en este caso abordamos lo que comunmente se llama "matrimonio gay"

Los problemas argumentales de este asunto se generan, como en la mayoría de los malos entendidos, en el incorrecto uso de los conceptos. Aclaramos:



Matrimonio: proviene del latin Matrimonium. Significado 1: Unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales. Significado 2: En el catolicismo, sacramento por el cual el hombre y la mujer se ligan perpetuamente con arreglo a las prescripciones de la Iglesia.

La primera pregunta a hacer aquí es: ¿el término matrimonio es propiedad de la religión católica?
Si la respuesta es "sí" pues resultaría necio pedir "matrimonio LGBT" pues la religión católica sólo aprueba como matrimonio la unión entre hombre y mujer.

Pero, entonces, ¿Las personas LGBT que profesan la religión católica no tienen derecho a contraer matrimonio?

A esto respondo con una pregunta (previa) ¿es coherente que una persona LGBT profese una religión que no la contempla como parte de su "Plan divino"?

Misticismos a un lado, una religión no es más que una convención de un grupo de individuos; si se decide formar parte del grupo uno estará en la obligación de respetar la convención, si no se puede respetarla pues no se debería formar parte del grupo.

Sé que la religión católica es arcaica y está plagada de contradicciones (por eso no la profeso) por lo que tengo libertad para creer en lo que quiera y cómo quiera, pero guardando independencia y respetando lo que ellos creen (a fin de cuentas, de eso se trata la civilización).

Por eso, si una persona LGBT tiene como "sueño dorado" casarse en una iglesia, pues estamos mal (porque esperar a que los pesos pesados del catolicismo cambien sus paradigmas debe ser más difícil que su famosa metáfora del camello y la aguja)

Ahora, hablar de "matrimonio civil" es otra cosa, ahí debería ser mucho más fácil, pues civilmente todos tenemos los mismos derechos y deberes. Además esa decisión sí está en manos del Presidente y el Congreso de la República.

El asunto está en que quienes salgan elegidos para gestionar el país durante los próximos cinco años se fajen por la aprobación de la unión civil LGBT, con las consecuencias que acarrean (cambios en RENIEC y la posibilidad de adopción) y que los hipócritas, homofóbicos y cucufatos busquen consuelo en la iglesia.

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